Amores que Duelen Amores que Dañan

Por Ps. Samuel Jiménez Letelier

En general, el amor duele siempre. Permanentemente les digo a mis alumnos de la Universidad que el cliché de que el amor es "lo más grande del mundo", es cierto. Tan grande, agrego, que dentro de él cabe todo. El afecto, la mentira, el sexo, la envidia, la dependencia, el apoyo... Todo. Cómo saber entonces, si los malos momentos de una relación son sólo eso y no conforman parte de una relación maligna?

Quienes me conocen, han asistido a mis charlas o simplemente han seguido mis neuróticas columnas, saben que siempre me detengo en la comprensión real de las palabras. No creo en los sinónimos, sino más bien en los matices. Y esto no ocurre por vanidad semántica, sino que como sabemos, el lenguaje construye realidades y por lo tanto nos ayuda a comprender quiénes somos, dónde estamos y para dónde vamos. Por lo mismo establezco desde el inicio la diferenciación entre dos conceptos que aunque muchas veces creemos son lo mismo, definitivamente no lo son. No es lo mismo el dolor que el daño.

En las relaciones de pareja, el dolor está siempre presente. A veces se esconde cariñosamente y a veces se muestra con toda su salvaje impiedad. Pero lo cierto, es que el dolor existe porque es necesario para la vida de la relación. Es tal vez el dolor la máxima instancia de aprendizaje, y en una relación dinámica, en constante cambio, como lo son las relaciones de pareja, dicho aprendizaje se constituye en una necesidad.

Pensemos que las parejas están compuestas por dos individuos que desde dicha individualidad están constantemente cambiando, evolucionando, mezclando la carga hereditaria con la que provienen desde su más tierna infancia con las experiencias vividas en el día a día. Es decir, el no cambio es un imposible. Y por tanto, la adaptación es un proceso imprescindible para la anhelada felicidad de pareja.

No es fácil. Como en una danza, deben mezclarse los procesos del uno y del otro, y por cierto eso es un ejercicio difícil y evidentemente, doloroso. Necesario, pero doloroso.

El daño, en cambio, no conlleva simplemente el dolor. El daño se genera cuando más allá de cualquier aprendizaje se generan instancias de exposición innecesaria a relaciones que no tienen ningún sentido ni orientación. El daño, al contrario del dolor, es el no aprendizaje. Es el cometer los mismos errores y quedarse cuando hay que irse, y perder la paciencia, cuando ya es necesario. Una sabía mujer a la cual no tuve el gusto de conocer, acuñaba el dicho, "una vez pa´ los vivos", haciendo referencia a lo necesario que es aprender de los errores para no volver a cometerlos sin perjuicio de que puedas seguir cometiendo errores... pero claro, otros errores.

El daño es estar en constante sufrimiento por estar en un vínculo que nos genera angustia y ansiedad constante. Cuando nos sentimos manipulados por la pareja, desde el chantaje emocional del juego culpógeno o desde la generación de vínculos basados en la dependencia. Es la diferencia entre "necesitar" y el "querer".

Saber en qué relación me encuentro. Decirle a la pareja "te necesito", es la declaración de dependencia que no es el resultado de un amor fecundo, pues la voluntad está sometida a esa necesidad y por tanto te transformas en esclavo de tus propias emociones. Decir "te quiero" guarda en su contenido el que si bien puedes vivir sin tu pareja, sencillamente decides, no hacerlo.

Como les decía, no se trata solo de semántica. Se trata de conocernos y de llevar un buen control de inventarios de nuestra afectividad. Conocerte te hace libre. La libertad te conduce al amor sano y el amor sano, a su vez, es la puerta a la anhelada felicidad.



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