Sobreviviendo al Final
Por Ps. Samuel Jiménez Letelier

El término de una relación de pareja es uno de los eventos más dolorosos en el ciclo vital de las personas. Todos en algún momento nos vemos enfrentados a esta crisis. Cómo salir de ahí... Cómo reconstruirse después del dolor?... Ciertamente una tarea que no es fácil.
Dentro de los procesos de duelo más complejos que puede vivir una persona sin duda se encuentra el que se genera como producto del término de una relación de pareja. Entendamos este evento como una situación de máximo estrés, particularmente para la parte que no está de acuerdo con el final y desearía permanecer en la relación.
No obstante podemos diferenciar las cargas afectivas dependiendo en gran medida de la situación que la genera. Por cierto que en consideración a las razones que suscitan el quiebre tendremos la sensación de mayor o menor control sobre la situación de quiebre. A medida que tenemos más control, menos angustia y claro, a medida que perdemos ese control generaremos más situaciones angustiosas.
Están los quiebres que se aceptan y los que no. Muchas veces puede pasar que las relaciones terminan de manera unilateral. Si bien uno de los miembros pone fin a la relación, el otro se resiste y sigue vinculándose de tal manera que le es imposible mantener el control sobre las cosas. Solo una vez que se acepta el quiebre puede comenzar el proceso de duelo y reorganizar la vida a partir de ahí.
Y es precisamente en este punto donde queremos centrarnos para poder hacer de este proceso de dolor un ejercicio madurativo que nos permita crecer y desarrollarnos.
El primer esquema claro que se debe determinar es que el dolor siempre termina, no es eterno. La intensidad con la cual lo vivimos nos hace creer que durará para siempre y la verdad es que no es así. Todos somos "fracasados" en lo referente a relaciones de pareja, entendiendo por este concepto la no mantención de la relación. Claro, de hecho hemos "fracasado" en el 100% de las oportunidades y en el mejor de los casos en el 100% menos uno, que es en realidad cuando nos encontramos en una relación vigente. Por lo tanto, estamos preparados para resistir el dolor de una pérdida relacional y eso constituye la primera certeza para poder salir adelante. La idea de que sea como sea, el dolor, pasará.
Ahora bien, para que este proceso pueda tener una resolución adecuada es importante tener en cuenta algunas ideas que ayudarán a sanar de manera más adecuada el daño que pudiera generar la pérdida.
En primera instancia, se necesita resignificar la relación, poder darle un nuevo sentido a la experiencia de vida y volcarlo en nuestro favor. Cuando se está en fase de rabia muchas veces es muy difícil poder visualizar esta dimensión, no obstante el tener claridad de lo aprendido es muy beneficioso. Cada relación nos entrega un regalo, un aprendizaje, ya no importa si la relación fue dañina o no, pues sea como sea, siempre las experiencias generan aprendizajes, y si podemos ver la ganancia obtenida de la relación quebrada podremos resignificarla y otorgarle valor y con esto se facilitan los procesos de perdón tanto para sí mismo como para la pareja. Y es el perdón el núcleo de la superación del conflicto y el desarrollo de una actitud resiliente.
Una vez asumido el paso anterior será necesario comenzar a resolver el duelo. Ya pasada la negación, la rabia, la culpa, el dolor debe venir un nuevo comienzo. La aceptación. No siempre es necesario finalizar la relación y generar la despedida de manera directa con la persona. Muchas veces esos procesos deben ser vividos desde la soledad y por tanto será positivo establecer rituales de regeneración. Pequeños actos cargados de significado que permitan hacer un cierre y abrir un comienzo. Estos rituales deben estar determinados por las propias vivencias de la persona y claramente están cargadas de emociones y significado.
No obstante lo anterior, siempre será más provechoso el hacer entrega del máximo en cada relación presente, pues la certeza personal de haber hecho todo lo necesario para que el vínculo se mantuviera se constituye en un plus adicional pues el componente de la culpa está ausente y por tanto más rápido llegamos a la aceptación.
El término de una relación es por cierto doloroso, pero no obligatoriamente dañino y mucho de esto dependerá de las capacidades personales para tener control sobre las propias emociones y así continuar sobreviviendo al final, cuando ya el amor se va o ya nos conocimos lo suficiente como para comprender que no se podía seguir juntos por la misma ruta.